El origen de la empresa Grúas Keila.
Se encuentra en la pizca de cebolla, en Presidio, Texas, donde acudía Sergio Carrillo Escudero a los 13 años a trabajar, cuando simplemente había que “brincar el charco”. Posteriormente, se trasladó a la ciudad de Chihuahua donde, un aparente fracaso de su juventud, lo hizo emprender su negocio, puesto que, al no quedar seleccionado para estudiar Zootecnia, decidió forjar el fierro.
En 1982, Carrillo comenzó su vida empresarial en el porche de la casa materna, forjando piezas de herrería con su Taller de Soldadura y Estructura. En 1991, empezó su relación con las grúas, pues fue necesario emplearlas en el ensamblaje de estructuras cada vez más grandes. La crisis de 1994-95 duplicó la deuda de la empresa y estuvo a punto de cerrar, no obstante, el tesón y la fe en el negocio, llevó a Carrillo a buscar opciones, las cuales encontró en la fabricación de tanques para la Junta Central de Aguas y el Instituto de la Vivienda.
Grupo Keila.
En 2001, la empresa escaló a la fabricación de estructuras metálicas para la Plaza del Sol. Y en 2005, con el boom de la minería, que duró hasta 2015, la empresa se desdobló en los montajes de bandas industriales, quebradoras y otros equipamientos. Los canadienses impulsaron la tarea industrial hacia otros servicios y estándares de calidad, con proyectos en Zacatecas, Mulatos, Sonora y en la sierra de Dolores, Chihuahua. Sin embargo, el mercado cambió nuevamente y hubo que desarrollar nuevos segmentos que derivaron en la formación del Grupo hacia 2010.
En 2016 llegaron los alemanes con el proyecto de Heineken en Meoqui.
Buscaron directamente a la empresa y solicitaron estándares y certificaciones de clase mundial. Así, entre 2015 y 2018, Keila adquiere tres sellos industriales: el 9001 en calidad, el 14001 en gestión ambiental y el 45001 en seguridad industrial y salud en el trabajo. A partir de 2021 se desarrolla la instalación de silos y de tanques europeos para almacenar la malta destinada al sector cervecero.
La flotilla de grúas de la empresa, se cuenta entre las más grandes en el norte de México. Sergio Carrillo está escribiendo la historia del Grupo Keila y al hacerlo encuentra que no hay contratos ni oportunidades esperando al joven empresario, sino que hay que ir a buscarlas allá afuera. Y establece que, cuando un joven empresario no hereda una identidad empresarial de su familia, debe darse a la tarea de forjar la suya propia.
Pandemia, guerra y vicios.
Hoy, la inflación remonta a pesar de los esfuerzos entre el Gobierno Federal y el empresariado nacional, debido a que la pandemia fracturó las cadenas productivas y de suministro a nivel global. Y, como si no fuera suficiente, la guerra entre Ucrania y Rusia ha bloqueado importantes cifras (entre 15 y 25 %) de materias primas y productos alimenticios básicos. No hay chips, tampoco vidrio; hay empleo, pero de ingreso insuficiente para satisfacer las necesidades familiares.
Adicionalmente, el consumo de drogas ha ido en aumento entre nuestros conciudadanos en los últimos años, debido a que nos hemos convertido en consumidores, además de productores de estupefacientes. Y el Covid-19, nuevamente, generó un aumento en la ingestión de alcohol por parte de los paterfamilias, encerrados en sus casas y sometidos a un estrés desconocido, cuyos resultados incluyen la creciente violencia en contra de sus propios seres queridos, sean mujeres o niños.
Sergio Carrillo comenta que su vocación social surgió en paralelo al negocio de herrería cuando, en la J. J. Calvo convivía con sus vecinos en el beis bol y el box, solo que de pronto, sus amigos se empezaron a morir a causa de la drogadicción. Ello le llevó a buscar apoyo en quienes ofrecían sus casas y recursos para sostener centros de rehabilitación. Con ellos formó una asociación para solicitar apoyo a las autoridades y a Fechac.
La Fundación de Apoyo a la Comunidad en Riesgo.
FACER es una respuesta original a muchos problemas sociales y fue creada en 2002 con el fin de atenuar los vicios de la drogadicción y el alcoholismo. Ubicada en la colonia San Rafael, ha ido desplegando servicios en la medida de las necesidades que registra el entorno, de manera que no sólo se ocupa de los vecinos circundantes, sino que atiende a comunidades de rarámuris o de migrantes.
Inicialmente, FACER comenzó habilitando un comedor popular a donde acuden menesterosos de diversos orígenes. Primero comer que ser cristiano, dice una conseja popular. No obstante, al alimento le siguen otros reconstituyentes. La Fundación ofrece regaderas y, enseguida, bolsa de trabajo y cursos de computación para adultos que en verdad quieren salir adelante e insertarse en el mundo productivo.
FACER trabaja adicionalmente con los niños, fuente inagotable de renovación y de futuro. Ahí, los servicios comienzan con el deporte y una buena nutrición, junto con la atención psicológica. Estos factores les proveen de solidez a los infantes para, enseguida, asesorarlos en tareas y competencias escolares. Incluso, la Fundación aporta elementos para la creatividad y el arte y el aprendizaje del inglés. En próximas fechas, pasada la pandemia, la Fundación abrirá de nuevos sus puertas.
Tradición e innovación social.
Los desequilibrios del Mercado y los alcances limitados del Estado, han obligado a la creación de Fechac y Ficosec; sin embargo, y a pesar de los apoyos estructurales que aportan, hay un nivel micro social que demanda la atención directa e inmediata. En ese sentido, FACER desarrolla un modelo que es, a la vez, novedoso y tradicional en la historia de las empresas chihuahuenses comprometidas con la sociedad.
Fuente: El Heraldo de Chihuahua